El tianguis como herencia cultural

¿A quién no le gusta chacharear?

Para los mesoamericanos el tianguis era el punto de reunión, de intercambio y el lugar perfecto para socializar y enterarse del chisme más fresco. Los habitantes de las regiones rurales iban a los centros urbanos a ofrecer sus productos y hacerse de los bienes que les faltaban.

 

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El tianquiztli originalmente se basaba en el trueque: “yo tengo esto, te lo cambio por aquello” y eventualmente se empezaron a usar las semillas de cacao, hachas de cobre y algunas mantas como medio de pago.

De los mercados más importantes en tiempos del esplendor mesoamericano estaban el de Tlatelolco, el de Texcoco y el de Tenochtitlán, que se ponían diario. En las ciudades más pequeñas, los tianguis se establecían cada cinco, nueve, trece o veinte días.

 

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Y si crees que el tianguis de tu colonia está grande, ni te imaginas cómo eran antes: semillas, verduras, frutas, hierbas, plumas de aves, navajas de obsidiana, canastos de palma, animales domésticos, animales para comerse, piedras preciosas, joyería, mantas, ropa y hasta esclavos.

En algunos tianguis era tanta la gente que debía de haber un consejo encargado de resolver los asuntos comerciales, como justicieros del tianquiztli, ellos resolvían disputas mercantiles, evitaban abuso de los comerciantes y hasta cuidaban la higiene de los puestos y el mercado.

 

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La próxima vez que vayas a dar la vuelta al mercadito de tu colonia, acuérdate que esta tradición nos la heredaron nuestros antepasados, así que agradéceles a ellos que puedas comprar cosas chidas y baratas.