Me atrevo a decir que no hay una máscara más popular en nuestro país que la de El Santo. Este personaje mexicanísimo que pasó de luchador a actor de películas y se convirtió en un ícono de la cultura mexicana del siglo XX.
Carlos Monsiváis describe a El Enmascarado de Plata como “el rito de la pobreza de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo-que-es-la-vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral”.
Rodolfo Guzmán Huerta fue el hombre detrás de la máscara, nacido en Tulancingo, Hidalgo el 23 e septiembre de 1917, El Santo empezó como luchador en 1942 y nunca perdió su máscara, convirtiéndolo en una leyenda de la lucha libre. Ganó varios campeonatos de lucha libre nacionales e incluso seis títulos mundiales.
Pero además de ser un luchador, El Santo logró traducir su personaje y convertirlo en un superhéroe. En 1952 salió el cómic semanal Santo, El Enmascarado de Plata ¡Una aventura atómica! Pero fue hasta su incursión en el cine que su fama explotó.
En 1958 El Santo debutó en el cine con las películas “Santo contra el Cerebro del Mal” y “Santo contra los hombres infernales”, rodadas en Cuba con bajo presupuesto y algo de improvisación, los largometrajes fueron un gran éxito taquillero no solo en México sino de forma internacional.
En total, El Santo protagonizó 52 películas, la mayoría con el mismo argumento de El Santo superhéroe luchando contra monstruos, marcianos, científicos locos e incluso el crimen organizado. Se pensaba que las películas serían de terror, pero al final fueron vistas más como comedias involuntarias y hasta se le llamó “cine surrealista mexicano”.
Este personaje se quedará en nuestro imaginario por los siglos de los siglos, siendo rescatado y revivido cada cierto tiempo, siempre con su máscara de plata.