“Cuando nacemos ya traemos nuestra muerte escondida en el hígado
o en el estómago, o acá, en el corazón, que algún día va a pararse”
¿Ya pasó Día de Muertos pero todavía tienes el espíritu y no quieres llegarle tan rápido a la Navidad? Entonces es la oportunidad perfecta para disfrutar de uno de los clásicos más locochones del cine mexicano: Macario.
Para empezar, todo sucede en víspera de Día de Muertos, en una ciudad de la Nueva España del siglo XVIII. Desde aquí se puede apreciar la forma en que siempre se ha celebrado este día tan especial para los mexicanos y cómo varía de casa en casa.
Macario es un leñador humilde con cinco chamacos y una mujer que alimentar. Pasa sus días regalando su parte de la cena a sus hambrientos chilpayates hasta que decide dejar de comer: “No comeré más hasta que me pueda comer un guajalote yo solito, sin convidarle a nadie”
Su esposa le cumple el capricho a Macario, quien se va al monte a comerse tremenda guajolota él solo, pero en el camino se encuentra a algunos personajes que quieren de su comida, a quienes les dice que la neta no.
Al final, es La Muerte quien logra que Macario le “convide” de su festín, quien en agradecimiento le ofrece un don para curar a los enfermos. Este don lleva a Macario a una mejor vida, pero no todo es como parece.
Fue filmada en 1960, dirigida por Roberto Gavaldón y protagonizada por Ignacio López Tarso (esta fue la película que lo lanzó a la fama) y está basada en el libro “Macario” de B. Traven. Fue la primera peli mexicana nominada a un Óscar como mejor película extranjera en 1961 y ganó el premio a Mejor película hispanoamericana en España en 1962, además de Mejor fotografía en Cannes, entre otros premios.
Y ya para no spoilearles la peli, mejor les dejo el link.