El que nace pa’ tamal…

Del cielo le caen las hojas... dicen.

Cualquier día es bueno para tamales, pero nada más empieza la temporada navideña y se vuelven más populares en posadas, fiestas, cenas y reuniones, y es que son muy sencillos de comer, se hacen en bola y saben riquísimos.

La palabra “tamal” viene del náhuatl tamalli, que significa “envuelto”, pero es un nombre genérico porque cada rincón del país tiene su propia forma de prepararlos.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida por CharlesJGoodie (@charlesjgoodie) el

El origen del tamal no está muy claro, ya que también existen tamales en el centro y sur de América, pero dado que sí sabemos que el maíz es originario del centro de México, la deducción más lógica (pero no absoluta) es que son de aquí.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida por Aldea Bakery (@aldea_bakery_pty) el

En Mesoamérica los tamales eran un alimento frecuente en las fiestas ofrecidas por la fertilidad de la tierra, como ofrenda para los muerto y algunos eventos sociales importantes. El ritual empezaba desde la preparación, que se hacía de forma colectiva. Los tamales eran más firmes y aplastados, e iban rellenos de frijol, calabaza, chile y algunas veces carne de pavo, flamingo, rana, ajolote, conejo o pescado.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida por Linda & Bella (@hecho_en_casita_) el

No hay país con mayor variedad tamalera que México, se dice que puede haber hasta ¡cinco mil tipos! Desde los tamales “tontos” de Sinaloa, que no llevan nada adentro; los envueltos en hoja de plátano del sur, el “brazo de reina” en Yucatán, los de elote, la “sopa de tamal” de Nayarit, tamales rositas, los de chipilín en Tabasco y Chiapas, con carne de cerdo, las “corundas” de Michoacán, con verduras o frijoles, los “zacahuiles” gigantes de la Huasteca y hasta dentro de un bolillo.

¿En tu región cómo los preparan?