El paisaje nacional no puede estar completo sin un agave que se asome por ahí. Nuestros antepasados los nombraron metl o mexcametl (náhuatl), tocamba (purépecha) y guada (otomí) pero ahora los conocemos como agave, que viene del griego “admirable”, o maguey, nombre que le dieron los españoles.
Se han encontrado 258 tipos de magueyes en el mundo, y 200 de ellos solo están en territorio mexicano. Esta familia surgió hace unos 8 millones de años en el Altiplano Mexicano. Sus tamaños van desde los pocos centímetros hasta varios metros de altura. La mayoría crece un quiote en el centro del cual sale un tallo alargado que da las flores.
El éxito con el que esta familia se ha reproducido por el territorio nacional se debe a que pueden sobrevivir sin mucha agua y en lugares áridos, de ahí que sus principales distribuciones estén en el centro y norte del país.
Sin el agave no tendríamos ni pulque, ni tequila, ni mezcal, bebidas predilectas de los mexicanos. Además de estas bebidas, también se obtienen fibras naturales para elaborar costales y cuerdas, de las raíces se hacen cepillos y escobas e incluso las espinas han sido utilizadas como agujas para coser.
Esta planta es un tesoro nacional y queremos que siga adornando nuestros paisajes por muchos años más.