Los buñuelos son uno de los postres navideños por excelencia: una tortillota de harina de trigo frita, espolvoreada con canela y azúcar o bañada con una miel de piloncillo ¡qué ricoo! Y para no empalagarte, un vasito de atole o champurrado.
Este postre tuvo sus orígenes en la cocina mediterránea y morisca y fue traído a México por los españoles, aunque se dice que aquí también hacían un tipo buñuelo, pero de maíz o frijol.
Ya con harina de trigo en México mejoramos los buñuelos: se preparan las tortillas de harina y se fríen en manteca en vez de aceite de oliva (este es el secreto de su ricura). También se incorporaron las diferentes mieles de piloncillo, guayaba, tejocote o naranja, aunque en el norte del país es más común verlos solo con azúcar y canela, o hasta con azúcar glass y vainilla.
Sor Juana incluyó en su recetario tres formas de preparar de “puñuelos”, llamados así porque la masa se aplasta con los puños: los buñuelos rellenos de requesón, buñuelos de queso y buñuelos de viento, inflados para poder rellenarlos de nata o crema.
A pesar de que estas fechas son cuando más prosperan los buñuelos, es común ver todo el año a señoras con sus torres de buñuelos, ollas de jalea y claro, una ollota de atole. ¿Ya se te antojó?