Los romeritos son un tipo de quelite, es decir, una planta que crece semi salvaje en los cultivos y milpas. Esta verdura peculiar se llama así por su olor parecido al romero y son el ingrediente principal del platillo navideño por excelencia en el centro de México.
Para los que no los conocen, los romeritos llevan: romeritos (duh), papa, nopales y tortitas de camarón, todo revuelto y en salsa de mole, de ahí su nombre alterno: revoltijo.
En México se conocen estos quelites desde tiempos de Tenochtitlán, en donde se consumían cocinados con distintas salsas, crudos o acompañados de ahuahuatle, el huevecillo de un mosco acuático (el caviar de los aztecas, pues). Cuando llegaron los españoles, le hicieron el fuchi a todos los quelites por ser “maleza” según ellos. Estos ingredientes, incluidos los romeritos, cayeron en el olvido.
¡Pero las monjas llegaron al rescate! El platillo como lo conocemos se inventó en Puebla, obvio en un convento. Durante una época de vacas flacas las monjas debieron comer lo que había a mano, un día hicieron un guiso con lo que encontraron: romeritos, papas, nopales y mole del día anterior y ¡pum! ¡Romeritos!
La fusión de ingredientes gustó y las monjas bendijeron a todo el país con la receta, la cual se volvió muy popular en la ciudad y aledañas. Se adoptó como platillo para Nochebuena porque anteriormente el 24 de diciembre no se comía carne, pero cuando esa tradición se esfumó, nos quedaron los romeritos de recuerdo.