En México más que español hablamos mexicano, ¿o no? Entre tantas palabras inventadas y reinventadas hay una que ha sobrevivido por años: teporocho.
Sabemos que un teporocho es un borracho, por lo general indigente, estos personajes que encontramos en todas las ciudades del país, casi siempre rondando las cantinas y con un hedor peculiar. Pero ¿sabes por qué se les dice así?
El término nació en la Ciudad de México, en el barrio de La Merced, a finales del siglo XX. Desde entonces ya salían muy temprano las señoras a vender tamales, atole y té por cinco centavos, pero si lo querías con piquete (y de alcohol del 96) era por ocho: té por ocho.
Esta idea fue todo un éxito entre los desmañanados y crudos, que llegaban muy decentes a pedir un “té por ocho” para curar sus males. De ahí el término fue convirtiéndose en un adjetivo para referirse a los “té-por-ochos”.
En los setentas salió una película llamada “Chin Chin El Teporocho” que cuenta la historia de un joven que se vuelve adicto a la “teporocha”, un preparado etílico de tamarindo, y esta palabrita terminó de popularizarse en el país.