La primera vez que me dijeron que si quería una guacamaya la verdad me quedé un poco sorprendida, ¿cómo una guacamaya? Fue entonces cuando llegamos a un pequeño carrito en el centro de León, Guanajuato y descubrí el platillo leonés por excelencia.
Por allá de los años 50 los obreros llegaban con su bolillo a las carretas de chicharrón y pedían unos trozos con su respectiva salsa para hacerse una torta. Según cuentan, uno de ellos se enchiló tanto con la salsa que empezó a hacer un escándalo, el dueño del puesto le dijo “cállate, pareces guacamaya” y desde ahí todos empezaron a pedir “guacamayas”.
Y bueno, ¿qué son? Es una torta de chicharrón, o duro, como le llaman por acá. En un bolillo ponen muchas piezas de chicharrón, seguido por salsa de jitomate, casi siempre muy picosa, unas rebanadas de aguacate y algo de sal. En algunos lugares también le ponen un huevo cocido o cueritos, pero depende dónde las comas. La receta en realidad es muy sencilla y es muy común hacerlas en casa ya que también son muy baratas.